lunes, 8 de junio de 2009

DE PERIODISTAS Y PATRIOTAS, UNA REFLEXIÓN DE HUGO BARCIA.



¡Qué solos se deben sentir los periodistas independientes !!!

Se está terminando un domingo sin fútbol en Buenos Aires. Desde mi ventana en Palermo, vi que éste fue un día gris.

Y se me ocurrió pensar en el periodismo independiente en la Argentina.

En nuestro querido país, según mi humilde criterio, hay tres clases de periodistas independientes:

· los que, inocentemente, creen que lo son.

· los que no les queda más remedio que trabajar en Clarín (o en algún otro monopolio), y

· los que trabajan para Clarín.

Y se me ocurrió que, todos ellos, de algún modo u otro, se debieron sentir abrumadoramente solos hoy, cuando se festeja (o se conmemora, depende del grado de luctuosidad que le querramos otorgar al concepto) el Día del Periodista.

La idea de “periodismo independiente” me remite, aún en el mejor de estos casos, e indefectiblemente, a la idea de soledad. Sólo se es independiente cuando se está y se quiere estar solo; cuando se tienen solamente proyectos individuales, cuando se elimina el plural; cuando se decreta la inexistencia de un proyecto colectivo; cuando prima el “yo” sobre el “nosotros”; cuando se niega la pertenencia a un proyecto nacional y popular.

Así, de ese modo, y sólo de ese modo, alguien puede sentirse un periodista independiente. Y me estoy refiriendo a los casos de los inocentes, de los que suponen (aún de buena fe) que ser periodista independiente significa no trabajar en algún medio grande y que esto los ubica en la categoría de librepensadores, desatados de cualquier proyecto superior más que el de sus propias ideas. Deben ser muy pocos y se deben haber sentido muy solos hoy. Y aclaro que no encajan en esta categoría los que trabajan en medios que ellos mismos automodelaron para enhebrarse en un proyecto colectivo superior, amplio y generoso.

A los que no les queda más remedio que trabajar en Clarín, para parar la olla, (o en algún otro monopolio, vuelvo a aclarar), la soledad debe haberse transformado hoy en una daga filosa, en una herida doliente y abierta y cotidiana. Mi solidaridad con ellos.

Para los que trabajan para Clarín, en cambio, la soledad es una culpa: la de haber resignado su condición de ciudadanos para obedecer, a cambio de materialidades, el mandato que indica que ser periodista “independiente” implica aceptar recibir un curso en el Instituto Tecnológico de Massachusetts para llegar a ser, algún día, editores de alguna sección del “gran diario argentino”. Casi un microemprendimiento. Una miseria que viaja en autos lujosos.

A todos ellos, y por qué no, a todos nosotros también, les recuerdo que la fantasiosa idea de un periodismo independiente naufragó en puerto hace ya un par de cientos de años en la Argentina.

Si Mariano Moreno hubiera sido un periodista independiente, el veneno de Rivadavia no lo habría hecho sucumbir en alta mar. Moreno era un revolucionario atado a un proyecto de Nación. Por eso había que asesinarlo. Fue el primer periodista desaparecido de la Argentina.

Scalabrini Ortiz fue un periodista independiente, y fue un hombre que estaba solo y esperaba, hasta que una noche, en la soledad de su escritorio en su casa en Olivos, y ante las abrumadoras pruebas que él mismo había hallado, decidió mortificar para siempre sus placeres terrenales para entregarse de lleno a la causa de la Patria. Según sus propias palabras, Scalabrini decía necesitar de un proyecto que lo trascendiera. Y justamente fue él el que descubrió la trama de lo que desde hace tiempo llamamos la “cuestión nacional”. No sufrió el veneno de Rivadavia, pero lo cubrió el silencio, como a otros grandes al estilo de Manuel Ugarte. Pero le cupo la felicidad de ver al subsuelo de la patria sublevado y de sentirse uno más entre aquella vocinglería popular.

Rodolfo Walsh jamás cometió la torpeza de considerarse un periodista independiente: ató su suerte, hasta el final heroico, a los destinos de la Patria. Y cayó por las balas asesinas de la dictadura.

Y siempre se trata de los mismos asesinos: los que envenenaron a Moreno, los que sembraron de silencio la vida de Scalabrini y los que regaron de pólvora el cuerpo de Walsh, echando a rodar por el suelo sus gruesos anteojos, rotos sus cristales por haber visto la verdad.

Afortunadamente, y de la mano esclarecedora de estos grandes patriotas, nunca me sentí un periodista independiente. Muy por el contrario, me siento un periodista alegremente esclavo de mis convicciones nacionales y populares. Por eso no me sentí solo hoy: me siento acompañado por millones de voluntades. ¡Qué alegría sentirme una más de esas voluntades !

Y por eso, en este 7 de junio, quiero rescatar el recuerdo del Mariano Moreno asesinado en alta mar por revolucionario y patriota, por símbolo inequívoco de la Revolución de Mayo; al gran Scalabrini de la lucha contra el imperio inglés aún envuelto en las sombras del silencio y al enorme Rodolfo Walsh, el que supo enfrentar la metralla de la dictadura.

Si los periodistas buscaran siempre la verdad, sólo encontrarían al final del camino el único altar ante el cual es justo arrodillarse: la Patria y su pueblo.

Hugo Barcia

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