sábado, 20 de junio de 2009

HACÉ MEMORIA


Los años negros

A partir de la década de 1980 en el mundo se replanteó la figura y el papel del Estado. El gran capital produjo un nuevo orden estatal afín a sus intereses, logrando moldear Estados que perdieron gradualmente su inserción en los aspectos fundamentales del ser humano, sobre todo se desvincularon de los sectores más débiles, los mas vulnerables. El Estado dejó de ocuparse de la educación, de la salud, del trabajo, la vivienda.
Había llegado el NEOLIBERALISMO que reinó desde aquella década hasta que provocó una inmensa crisis de ambición y codicia. Al instalarse, el NEOLIBERALISMO transformó la economía. Proliferaron las inversiones en países periféricos por parte de las compañías multinacionales que impusieron una remozada división internacional del trabajo, y condiciones profundamente leoninas de ejecución.
Sus centros de operaciones se ubicaron en países conocidos como “Paraísos fiscales” donde las empresas registraron sus sedes legales (las empresas, los bancos) porque las políticas fiscales resultaban laxas y, por lo tanto, los empresarios a la vez que reducían sus costos se escapaban de la regulación que, seguramente, un Estado serio habría establecido para evitar los desequilibrios que beneficiarían, monopólicamente, al sector mas poderoso.
El NEOLIBERALISMO desmanteló la estructura del Estado, gracias a que contó con dirigencias políticas nativas en los países donde aterrizó. Estas oligarquías nativas, elites aristocráticas serviles a los intereses externos, permitieron que el Estado quedara supeditado a los intereses de los grandes capitales. Lograron así desarticular el estado, lo debilitaron no sólo desde fuera sino por la acción de grupos serviles desde dentro. Las elites gobernantes colonizadas.
El NEOLIBERALISMO replanteó la producción de los países cuya función, en la nueva división internacional del trabajo, estaba condenada por la “ley de las ventajas comparativas” a la producción de bienes primarios. En tanto que los países tradicionalmente industrializados continuarían abasteciendo los bienes manufacturados, los periféricos seguirían suministrando bienes primarios, mano de obra barata y abundante, y lugares propicios para la instalación de filiales cuyas ganancias podrían ser transferidas a las centrales sin ningún tipo de traba, gracias a la desregulación que previamente habían logrado.
En esta nueva etapa neoliberal se consolidó una economía transnacional que necesitaba Estados débiles, con instituciones desdibujadas y desarticuladas (sindicatos, parlamento, etc.) de modo que no pudieran responder ni organizar ninguna resistencia que obstaculizara el camino al incremento de la acumulación de sus ganancias.
Conjuntamente con la difuminación de la figura del Estado se produjo una desregulación en las condiciones y controles de la actividad de empresas, bancos y empresarios. De este modo la desregulación operó como un “happy hour” en que cada cual hizo lo que quería para lograr lo que deseaba, pero, eso sí, paradójicamente, la desregulación estaba regulada de tal modo que operaba en beneficio de los mas poderosos.
Los mas expuestos, los humildes, los desprotegidos, esos quedaron encadenados, esclavizados y expuestos a las leyes de la “libertad” del mercado y debieron adecuarse a las condiciones que el mercado pontificó. Así, los cambios en el ámbito laboral no fueron pensados para mejorar las condiciones de trabajo ni de vida de los trabajadores. Más bien al contrario, la misma desregulación dio nacimiento a la flexibilización laboral según la cual quien debía ser flexible y adecuarse a salarios, horarios, pérdida de derechos, etc. sería el trabajador que debió adecuarse a lo que los empresarios le impusieron, siempre en función de la acumulación de la ganancia empresaria.
El NEOLIBERALISMO jamás reparó en las consecuencias humanas que, en todo caso, no fueron mas que una parte de los “daños colaterales” para logar su beneficio. La hegemonía y el beneficio se trasladó sólo para el lado de la balanza que representaba al capital, en tanto que para el trabajo quedaba la parte dolorosa. El trabajo se precarizó y la sociedad también. Más desocupación fue la respuesta del capital ante la posibilidad de que disminuyeran sus ganancias. La desocupación se instaló en relación inversa a los beneficios sociales y a la seguridad social. Por una parte el movimiento obrero organizado se redujo y por lo tanto perdió fuerza en su capacidad de negociación frente a los conglomerados económicos; por la otra un Estado prescindente, indiferente, que dejaba hacer, aplicaba el viejo principio “laissez faire”.
La desocupación creciente produjo una reacción social basada en el individualismo y el desocupado pasó a formar parte de un sector no deseado socialmente, porque era un espejo en el cual nadie se quería mirar. Era una pesada carga que no se quería llevar y produjo una reacción de sociedad miedosa de descender los peldaños en los que otros ya habían caído.
Fue una suma negativa donde los únicos beneficiados fueron el capital (el de las dirigencias nativas y el capital internacional), en tanto que el trabajador se hundió cada vez mas. Vio lejanas las esperanzas, la vida cotidiana era penosa, dolorosa, degradada.
Argentina año 2001. La situación explotó. Se ganó la calle. La Plaza de Mayo, tradicional lugar que, desde 1945, fue ganado como espacio popular, fue el escenario por antonomasia para la manifestación popular. Fue allí donde, en 1945, se produjo el bautismo de los trabajadores cuando se reconocieron como sujetos de derecho y se negaron a perder el camino recorrido. Fue en el mismo lugar donde esta vez dijeron basta y aquí estamos.
En el 2003 llegó al gobierno Néstor Kirchner. Dejó en claro que no comulgaba con las ideas neoliberales por las que el Estado había dejado abandonado a los mas débiles de la sociedad. Nunca compartió la idea de un Estado que sólo se ocupara nada más que de la justicia y la seguridad… de la seguridad de los bienes, seguridad de la propiedad, de un Estado que garantizara el goce de los bienes a algunos sectores minoritarios en tanto que la mayoría de la población quedaba desamparada. Siempre pensó que el Estado debía emprender obras para que –neokeynesianamente- la mayor parte de la población obtuviera ocupación. En lugar de construir más cárceles para encerrar a los caídos del sistema, a los “Invisibles” de los tiempos en que el neoliberalismo comandaba la economía, se abrieron fábricas, se inauguraron puestos de trabajo, se incentivó la recuperación de fábricas cerradas que pasaron a ser administradas por sus propios trabajadores. Se devolvió la dignidad a un pueblo castigado.
Él luchó por levantar la autoestima de un pueblo que había sufrido los embates de un capitalismo que sólo pensó en su bolsillo, en sus ganancias, en su beneficio. Un capitalismo que nunca reparó ni repara en el daño social que produce. Un capitalismo cuyo único norte es la acumulación de ganancias. Néstor Kirchner puso en marcha un país y logró un pueblo que recuperó su identidad nacional, un aspecto central para consolidar proceso de cambio de justicia, de equidad y de inclusión.
Hoy, a tan pocos días de una elección que es fundamental porque se trata de la integración de la Cámara de Diputados, lugar esencial para un sistema republicano federal, quienes se beneficiaron de los “dorados años 90”, quienes propiciaron y dieron loas al NEOLIBERALISMO, los padres de aquella “criatura” privatista (que aun declaran que volverían a privatizar hasta el aire si pudieran), se promocionan como democráticos y preocupados por el bienestar del país. Incluso, dentro de la campaña política, invitan a acompañarlos pivoteando sobre la inseguridad que fue resultado directo del neoliberalismo, con el slogan de que cada crimen debe tener su castigo, como si las capas sociales, las que más sufrieron las consecuencias de las políticas que ellos mismos aplaudieron, no hubieran tenido ya suficiente castigo. Estos son los representantes de aquellas políticas nefastas que hundieron el país. la memoria es una de las formas de combatir y evitar que vuelvan por más. Hacé memoria.

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